Por cuestiones de trabajo yo vivo en Villaestepa, un pueblo más bien pequeño. Aquí el concepto espacio-tiempo es más bien relativo. El caso es que todavía no he acabado de pillarle el punto.
Ayer tenía que comprar unas cosillas en la farmacia y fui a media tarde, aprovechando que todavía había algo de luz y podía superar el miedo a que los perros del pueblo me secuestrasen. Cuando llegué, la farmaceútica no estaba, (o eso creo) porque el sofisticado timbre que tiene la farmacia sólo se oye en la planta de arriba, y el interruptor anda flojillo así que te quedas con cara de lela mirando entre los barrotes de la puerta hacia interior, a ver si se materializa alguien detrás del mostrador o algo.
Antes de morir congelada en plena calle, decidí que ya si eso volvía dentro de un ratillo o así.
A la mañana siguiente en mi descanso del trabajo volví a ir a la farmacia. Llamo. Miro. Llamo. Miro. Llamo. Hago un bailecito para no congelarme. Llamo. Miro a mi alrededor a ver si alguien me está mirando con cara de "estos de ciudad no tienen ni pajolera idea de como llamar a un timbre". Desisto y me voy a tomar un café.
En la cafetería está la farmaceútica, así que yo todo contenta le digo:
-¡Holahola! ¿Vas ahora a la farmacia?
- Si, bueno dentro de un rato que ahora me voy a tomar el café.
- Ah, pues vale (cara de estupor).
Y así mi querida farmaceútica sale con el café del bar y se pira a otro lado a parlotear con su café en la mano.
La farmacia abre a las 11, eran las 11:30.
Me quedo sin mis drogas. Entro indignada (efectivamente, por aquí no pasan muchas cosas) a mi curro y le cuento la historia a mi compañera:
- De verdad que no entiendo el sistema de comercio aquí. Lo de obtener dinero por sus productos como que no les interesa mucho ¿no?
- Ya, yo la verdad prefiero ir a la farmacia de Quintana Flores, porque además es todo mucho más barato.
- ¿Ah si?
- Sí, sin ir más lejos el pienso de mi perro me sale mucho mejor que si lo compro en otro sitio
- Ehhh... vale.
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